23/7/13

Miércoles, 17 de julio de 2013: día de la operación

Bueno pués empiezo mi relato de mi experiencia en el hospital Sagrat Cor de Barcelona (por cierto, con un personal magnífico, agradable, entregado y muy, muy eficiente y atento).

Llegamos antes de la hora prevista al hospital y tuvimos que esperar un rato para la reserva de sangre (abrían a las 7 pero nosotros ya estábamos allí a las 6.45). Me pincharon y me mandaron para la 1a planta dónde, teóricamente, nos iban a dar la habitación.

Hacia las 8 me llamaron por el altavoz y me instalaron en un box. Me comentaron que no tendría habitación hasta el día siguiente puesto que iba a estar 24 horas en la UCI (eso no me lo comentaron cuando me llamaron por teléfono. Es el único punto negativo --con la boca pequeña-- que les doy.)
Me dieron una bata y unas braguitas de papel y me dijeron que tanto la ropa como los zapatos los guardara en la maleta puesto que no los usaría en días. Menos mal que mi compañero pudo dejar la maleta en la consigna de admisiones, porque la verdad, para mi fue un rollo no poder deshacer el equipaje y tener las cosas en su sitio antes de la operación.

Del box me llevaron a un distribuidor dónde iban "aparcando" los pacientes que se tenían que operar. Muchos ya llevaban vía y calmantes pero yo, nada. No me dieron ningún tranquilizante ni nada (la verdad, tampoco lo necesitaba). Me pusieron un gorrito y hacia las 8.30, me pasaron al quirófano 6. En la antesala del quirófano, la anestesista comprobó que era yo (me hizo repetir los datos que tenía en la pulsera) y me intentó poner una vía en el brazo izquierdo (me dijo que les convenía ahí, por la configuración del quirófano.) Yo les dije que ahí no iban a poder. Total, después de tres intentos vanos, me la puso a la primera, en el derecho, así que tuvieron que poner un alargo, para adaptarme a la configuración del quirófano ;-)
El quirófano era muy moderno (este hospital se ha renovado hace pocos años) y me extendieron los dos brazos, sobre unos reposabrazos. Es lo último que recuerdo. No ví a ninguno de los cirujanos. Bueno, a una, pero que antes de la operación, no la conocía, así que no sabía que lo era.

Por lo que me han contado, la operación duró unas dos horas, lo que no sé si al final me arreglaron la hernia de hiato incipiente que tenía o no (no tengo los síntomas, pero en el informe no dice nada...).
El cirujano, el Dr. Foncillas, le dijo a Gabriel, mi pareja, que todo había salido bien (y yo que me alegro, ja, ja) y que estaba en la UCI. Me despertó mi pareja, a eso de la una, que era hora de visita en la UCI.

Estaba en una cama supersónica de aquellas que se mueven continuamente. Notaba que en las piernas llevaba algo que se hinchaba y deshinchaba pero no podía saber qué era (no me dieron las medias de compresión de las que soléis hablar en los blogs).
Llevaba algo conectado en el brazo izquierdo (además de la pinza aquella que mide el oxígeno) y en el derecho la vía con tres botes colgando (sueros y calmantes). Y también llevaba la odiosa sonda nasogástrica. Un cromo, la verdad. Yo no me podía mover (ni ganas) así que no me podía ver las heridas ni nada. Estuve ahí 27 largas, tediosas e interminables horas.

Las enfermeras me atendieron muy bien pero eran muy ruidosas (yo me figuraba que en la UCI reinaba el silencio) pero aquello parecía un mercado (y no por el correr tras un paciente con alguna urgencia, sino porque se explicaban el día a día a grito pelado.) Creo que, entre las visitas de control, la dichosa sonda, el no beber y los gritos, no conseguí dormir más de una hora seguida en todo aquél tiempo. Mi única salvación fueron unos palitos con gusto a limón que me dieron (un paquete de tres al día, porque podían hacer subir la tensión, que yo ya tengo algo alta). Son estos:


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